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Declaración del Cardenal Cupich

Declaración del cardenal Blase J. Cupich, arzobispo de Chicago, sobre la política de separación de familias de la administración

June 20, 2018

No tiene nada de cristiano, americano o moralmente defendible una política que separa a los niños de sus padres y los almacena en jaulas. Esto se está haciendo en nuestro nombre y nos avergüenza a todos.

Yo aplaudo el reciente comentario del Papa Francisco, “Estoy del lado de la conferencia de obispos”, donde confirma su apoyo a la declaración de la Conferencia de Obispos Católicos de Estados Unidos que dice que esta práctica es “contraria a nuestros valores católicos” e “inmoral”. Esta política debe ser rescindida de inmediato.

Se ha dicho que las separaciones de familias son requeridas por la ley o son decisiones de corte. Eso no es cierto. La administración podría, si así lo desea, terminar hoy con estos hechos de crueldad sin sentido. Podría corregir los errores cometidos por estas crueles políticas. Con cada día que no lo hace, profundiza las manchas en el alma y reputación de Estados Unidos.

Así mismo se ha dicho que esta política está apoyada por las Escrituras y eso también es falso. No hay justificación bíblica para la construcción de campos de reclusión para niños arrancados de sus padres. Las Escrituras nos dicen que Dios no requiere seguir leyes injustas. También nos advierte de llevar falsos testimonios. Como lo escribió San Pablo, el cumplimiento de la ley de Dios es el amor.

Hemos escuchado los lamentos de los niños pequeños llorando “Mamá” y “Papá”; niños muy jóvenes para comprender lo que significa ser usados como fichas de negociación en un juego político donde se apuesta con sus propias vidas. Sus llantos perforan la conciencia. Nos recuerdan que cada uno de ellos, junto con sus padres, son hechos a la imagen de Dios, y por lo tanto tienen una dignidad que ningún grado de demonización puede oscurecer. Esta es la dignidad que los católicos defendemos cuando trabajamos para proteger al feto. Es la dignidad que Jesucristo nos llamó a defender al alimentar al hambriento, vestir al desnudo y sí, dar la bienvenida al extranjero. Es una dignidad inherente, al margen de nuestra nación de origen. No se pierde una vez que se cruza la frontera de otra nación, bien sea para buscar refugio por violencia doméstica o de pandillas, por persecución, o para trabajar por una vida mejor para la familia.

Universalmente, pediatras y psicólogos están de acuerdo en que el trauma sufrido por estos niños tendrá efectos duraderos en sus mentes aún en desarrollo. Es una forma de tortura y abuso infantil, una violación a los derechos humanos. Es una falta de decencia, una carencia de sentido común.

Cada cierto tiempo, la historia presenta circunstancias que ponen a prueba el alma de una nación. Vivimos uno de esos momentos. Lo que sea que esta nación de inmigrantes haga por estos hermanos y hermanas nos definirá en las décadas por venir ante los ojos del mundo y de Dios.